Después de esa derrota, volvió a sus tierras y comenzó sus correrías, arrastrando a sus hermanos, sin dejar de ser un convencido de la causa de la Corona Española, de manera que es controvertida la calificación de bandidos puros.
Contaban con el apoyo de sectores de la Iglesia católica y de muchos hacendados realistas como Clemente Lantaño, además el Cabildo de Chillán los apoyaba en sus correrías. Tenían su refugio en zonas altas de la cordillera parralina, que era un auténtico poblado con cientos de mujeres secuestradas y toda clase de bienes robados.
El virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela encargó al caudillo chileno Vicente Benavides para sostener la resistencia armada en las posesiones del sur, aprovechando el apoyo de los grupos indígenas. Benavides controló los territorios fronterizos al sur del río Biobío dividido en tres frentes. Los llanos centrales estaban a cargo de Benavides, el cura Juan Antonio Ferrebú comandó el sector costero y los hermanos Pincheira se dedicaron al área cordillerana.
Benavides fue fusilado en 1822 y le sucedió por poco tiempo Juan Manuel Picó, quien fue asesinado en 1824, ese mismo año Ferrebú fue fusilado. Desde ese momento José Antonio Pincheira se mantuvo al frente de la guerrilla hasta su derrota en 1832.
Si en un principio la banda la integraron principalmente campesinos, pronto se unieron otros miembros buscados por los patriotas. La persecución de sospechosos realistas por parte de los patriotas y los abusos del gobierno de Bernardo O'Higgins[1] llevaron a muchos a unirse a los rebeldes. Parte de la tropa patriota, desesperada por la necesidad y falta de sueldo, según informes de la época, fue a dar también a sus filas.
De esa forma, el contingente de los Pincheira creció y se transformó en una gran fuerza. Los informes hablan de entre 500 y 1.000 hombres a caballo, todos estaban bajo un mando monolítico jerarquizado militarmente. Entre sus huestes también se aceptaron bandidos netos, ex presidiarios y fugados de la ley.
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